Page 10 - Libro Max Cetto
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Prefacio






                      Daniel Escotto, arquitecto por la Unam y profesor activo de la Facultad de Arquitec-
                  tura, formó parte del comité que integró y desarrolló el expediente para la nominación del
                  campus central de Ciudad Universitaria de la Unam como Patrimonio Cultural de la Hu-
                  manidad ante la Unesco. Él fue la primera persona quien, 15 años atrás, me hizo ver que el
                  libro de Max Cetto debía reeditarse y le estoy en sumo agradecida por ello. Su ensayo versa
                  sobre la formación profesional de Cetto y su época alemana.
                      Felipe Leal, fundador de la Autoridad de Espacio Público del Gobierno de la Ciu-
                  dad de México en 2008, quien asimismo coordinó la gestión para inscribir en la lista del
                  Patrimonio Mundial de la Unesco al campus central de Ciudad Universitaria cuando sus
                  oficinas se ubicaban en la Casa Cetto, se desempeñó de 1997 a 2005 como director de la
                  Facultad de Arquitectura, de la cual es egresado. Fue también discípulo del arquitecto y ac-
                  cedió a brindar su mirada sobre Max Cetto como maestro y mentor.
                      Por mi parte –no soy de profesión arquitecta, sino economista y traductora–, me he to-
                  mado la licencia de incursionar en el ámbito de la historiografía de la arquitectura y, al me-
                  nos hasta ahora, no ha sido tomado a mal por el gremio; agradezco su generosidad. Desde
                  la infancia he vivido el ambiente de esta disciplina, que considero la más bella y completa
                  que existe, y en el presente a través de mi hijo, arquitecto como lo fuera su abuelo, a quien
                  acompañé a las obras en múltiples ocasiones. Además, mi padre nos enseñó a vivir con los
                  ojos, por lo que debo reconocer que mi debilidad es no dejar pasar una fachada, la forma en
                  que una obra está emplazada en el paisaje y su respeto al entorno natural, su función, la me-
                  jor distribución de los espacios, una adecuada orientación y ventilación de los mismos, los
                  materiales empleados, en fin, valorar la arquitectura. También fui su traductora, no del libro
                  que hoy nos ocupa sino posteriormente, de sus artículos publicados en las revistas Calli y
                  Arquitectura. Por lo mismo, sé bien del rigor de Cetto, de la disciplina a la que aluden en sus
                  ensayos Juan Manuel Heredia y Felipe Leal. Guardo con emoción las copias de estos textos
                  traducidos, con dedicatorias halagüeñas de mi padre a mi persona. Es así que, en calidad
                  de homenaje, soy yo quien se ha encargado de elaborar las versiones en inglés de todos los
                  ensayos que aparecen en este dosier.
                      Para abundar en el tema del rigor y la disciplina, no cabe duda de que el lector o la lec-
                  tora los detectarán al adentrarse en el texto con el cual Cetto inicia su libro. Estamos ante un
                  crítico; no quien persigue un afán de quedar bien con sus colegas mexicanos, sino quien desea
                  aportar y propiciar la reflexión. La suya es una crítica constructiva, como lo fue siempre en sus
                  textos y conferencias, con un análisis implacable. Él valora desde la arquitectura, no con base
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                  en su amistad, a las figuras que analiza.  Con algunas de ellas tenía profundos lazos, man-
                  tenía una vida social por demás agradable y conversaba sobre variedad de temas. Es que él se
                  mantenía atento a los aconteceres en el mundo de la ciencia y la tecnología, del arte, la política
                  y gustaba de la literatura. Era un amante de la naturaleza, los libros, la música y de los viajes.
                      Después de este paréntesis considero adecuado, a estas alturas, ofrecer una explicación:
                  la vida me ha llevado a apasionarme por la historiografía de la arquitectura debido, supongo,
                  a que mi formación me permite valorar la importancia del patrimonio arquitectónico, en
                  virtud de que en él se materializa el desarrollo de la sociedad; nada nos habla mejor de sus
                  distintos momentos. En cuanto al patrimonio artístico, el correspondiente al siglo XX mexi-
                  cano es el que más atrae mi atención. Pero, lo digo sin disimulo, rastreo mi interés primi-
                  genio en el hecho de que mi padre no ha recibido el justo crédito por su obra. De manera
                  que mi ensayo versa, justamente, sobre este tema.



                  3 La dedicatoria manuscrita que le hace Cetto a Juan OʼGorman al obsequiarle un ejemplar de su libro está fechada el 24
                  de enero de 1961 y dice: “Querido compadre. Hoy me llegaron los primeros ejemplares de mi modesto ensayo crítico, en
                  inglés y alemán. Me da tanto gusto dedicarte este libro, que no quiero esperarme hasta que salga la edición en español. Pero,
                  si tú lo prefieres en este idioma, haremos un cambalache entonces. Ojalá encuentres una u otra observación a tu gusto –ya
                  se sabe que no podemos coincidir en todas nuestras opiniones sobre arquitectura, lo que de cualquier manera sería muy
                  aburrido y hasta peligroso para nuestra amistad. Afectuosamente, Max.”

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