Page 59 - Libro Max Cetto
P. 59
Un tributo a Max Cetto
Felipe Leal
ax Cetto fue mi maestro y por mucho mi mentor. Inicio estas líneas para compartir
Malgunas anécdotas de las que fui testigo.
Lo conocí en los pasillos del otrora Taller 5 de la Facultad de Arquitectura de la
UNAM, un taller que por fortuna hoy lleva su nombre: Max Cetto. En ese recinto, al recorrer
su pasillo central de la planta baja, a través de un ventanal pude ver lo que sucedía al inte-
rior de un salón. Observé a un hombre elegantemente vestido, de saco azul marino, camisa
blanca con corbata a rayas y pantalón gris, el clásico uniforme de los arquitectos de aquella
época, hablo de 1977 aproximadamente. Me llamaron la atención su pulcritud y su definida
imagen física. Me dije: “éste es un taller serio porque a este hombre se le nota su compro-
miso académico”. Sigilosamente me acerqué a él y pude captar el acento germano que aún
mantenía; me recordó parte de mi educación primaria, la cual cursé en el Colegio Alemán,
cargada de rigor y disciplina.
Años más adelante, hacia 1979, tuve la fortuna de que fuera el tutor de mi tesis profesio-
nal. Max Ludwig Cetto Day, por su nombre completo, siempre revisaba con aguda mirada
la composición arquitectónica, se detenía en las sombras, te preguntaba: “¿De dónde estás
viendo esta fachada? ¿Dónde se encuentra el sur? Esa sombra, ¿desde qué punto se genera,
está al norte? Entonces, la proyección de tu cubierta es incorrecta”. Así eran sus revisiones,
en ellas existía un profesor adjunto que le guardaba cierta envidia, ya que si algo dominaba
Max era la geometría y la composición. Aquel profesor, al ver cómo revisaba Max, entre la-
bios susurraba “sombras nada más”, al recordar aquella canción interpretada por Javier Solís,
en tono irónico y frustrado, ya que él no tenía los conocimientos, los dominios geométricos
y menos aún conocía de sombras, a diferencia de Cetto.
Al respecto Max, quizá sin darse cuenta, asumió una actitud estricta al insistir en los
planteamientos geométricos y llegó a colocar un cartel en el acceso al salón que decía: “Quien
no sepa de geometría, no tendrá derecho a cruzar por esta puerta”. Otra anécdota relaciona-
da con colocar letreros correspondió a un 2 de octubre, una hoja carta de papel bond blanco
con letras de plumón negro decía: “Hoy 2 de octubre no doy clase”. Así era Max, como era
conocido en el taller, enfático y contundente, pero siempre amable y educado.
Su compromiso con la academia fue decisivo con la aparición del Autogobierno en la en-
tonces Escuela Nacional de Arquitectura, hoy Facultad de Arquitectura. Su opinión contó mu-
cho para que algunos profesores indecisos tomaran partido y se inclinaran por la alternativa que
se abría en aquel momento hacia una arquitectura más social, pero sin perder calidad espacial.
Su liderazgo moral hizo que se convirtiera en una referencia académica. Además de
impartir sus cursos en el taller de proyectos y asesorar trabajos para tesis profesionales, un
hecho relevante en este aspecto consistió en convocar a los profesores del Taller 5 para que
asistieran a su casa en El Pedregal y participaran en charlas tipo seminario de manera extra-
curricular, abordando temas de teoría de la arquitectura, composición y de reflexión sobre el
hacer en la arquitectura. Derivado de ello, colaboró en varias publicaciones con textos sobre
la arquitectura en Latinoamérica.
59
ÍNDICE