Page 43 - Libro Max Cetto
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Cristina López Uribe y Salvador Lizárraga Sánchez
Los dos enunciados anteriores se relacionan directamente con la teoría de Wilhelm
Worringer quien, al referirse a los pueblos primitivos, escribe que “su más enérgico afán era
arrancar el objeto de su mundo exterior […] de su nexo natural, de la infinita mutación a que
está sujeto todo ser, depurarlo de todo lo que en él fuera dependencia vital, es decir arbitra-
riedad”. Junto a todos los historiadores del arte alemán de finales del siglo Xix, Worringer
intenta elevar el arte de su nación –el gótico– al mismo nivel en el que se encontraba el de
los países mediterráneos. Las categorías y los puntos de vista estéticos que venían constru-
yéndose desde el Renacimiento excluían todo aquello que se alejara del modelo clásico oc-
cidental, es decir, del arte griego y romano. Los países del norte de Europa debían construir
modelos interpretativos que hicieran capaz a la historia del arte de incluir aquel desvarío
estético conocido como estilo gótico. Para la historia del arte tradicional, la arquitectura
gótica estaba llena de excesos formales, lumínicos y constructivos, es decir, era grotesca. La
teoría de la abstracción y la empatía (sumada a la del Kunstwollen de Alöis Riegl) alejó de un
supuesto salvajismo o barbarie a las manifestaciones artísticas diferentes a lo grecorromano.
Worringer escribirá: “Todas las valoraciones desde nuestro punto de vista, desde nuestra es-
tética moderna [clasicista ortodoxa] –que emite sus juicios exclusivamente en el sentido de
la antigüedad clásica o del Renacimiento– son, aplicando un criterio más elevado, absurdas
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y triviales”. Por supuesto, esto tiene implicaciones nacionalistas y políticas que van mucho
más allá de lo artístico, pero en las que no es posible profundizar en este ensayo.
La teoría del arte alemana brindó a Max Cetto un fuerte andamiaje teórico para ana-
lizar la arquitectura mesoamericana y virreinal de su país de adopción y, también, para hacer
algunas críticas a las formas de mirarla en su tiempo. Cetto cuestiona el mito –vigente
hasta hoy– de que las pirámides y construcciones prehispánicas se fundían con la natura-
leza porque estaban hechas con el material del lugar, con piedra. El problema es que todas
las evidencias arqueológicas indican que los edificios estaban estucados, pintados de color
blanco en la mayor parte de su superficie y con algunos colores. Un arquitecto que de verdad
quisiera relacionar su obra con la de alguna cultura prehispánica, no construiría edificios con
materiales vistos: los cubriría y pintaría. Uno que supiera historia, por supuesto. Finalmente,
estos modelos interpretativos alemanes y austriacos que se sobreponen a la arquitectura
mexicana permiten, a lo largo de todo el texto, críticas puntuales que obligan al lector a
cuestionar los lugares comunes de la disciplina.
En cuanto al texto contenido en el catálogo fotográfico, éste se divide en secciones con
base en el uso de los edificios: iglesias, escuelas, oficinas, etcétera. Las diferentes secciones
del libro se suceden una tras otra sin carátulas ni divisores y cada proyecto tiene su propia
descripción técnica, de una forma mucho más organizada que en el libro de Myers. Cetto
inteligentemente intercala comentarios críticos en medio de las descripciones, hace la lec-
tura mucho más amena y llega a provocar risas en sus lectores. Una de estas, que ameritó
una amplia discusión con el editor Wolfgang Pehnt, tiene que ver con su comentario sobre
la Torre Latinoamericana. Para criticar este edificio el autor decidió utilizar una cita de
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Kirkegaard sobre el aburrimiento. Al leer esta cita Pehnt le escribe que puede ser contra-
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producente, sin embargo Cetto insiste en que debe permanecer en la publicación y triunfa,
evento que ilustra la tenacidad del arquitecto. Éstas fueron sus razones para no eliminarlo:
52 Wilhelm Worringer, Abstracción y empatía, 29.
53 Max Cetto, Modern Architecture in Mexico, 144.
54 Pehnt se mostraba preocupado de que la cita, sacada de su contexto original, se prestaría a la crítica al aplicarse
artificialmente a este caso, por lo que insistió mucho en una reformulación. Ver carta de Hatje a Cetto, 28 de septiembre
de 1959 y carta de Cetto a Hatje, 6 de octubre de 1959 (AMCC).
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