Page 44 - Libro Max Cetto
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La historia de un libro. Arquitectura moderna en México                            Cristina López Uribe y Salvador Lizárraga Sánchez






                         Aquí me veo en la necesidad de contradecirle resueltamente, a saber:
                          1.- porque de vez en cuando es necesario dar un suspiro de alivio a la meticulosidad y
                         a la brutal severidad del asunto,
                          2.- porque lo que quiero expresar aquí no es en absoluto fáctico sino filosófico por
                         naturaleza, es decir, los argumentos urbanísticos y estéticos, aunque sigan siendo
                         acertados, están fuera de lugar,
                          3.- porque Kierkegaard lo dice de forma más llamativa de lo que usted o yo jamás
                         pudiésemos hacerlo y, adicionalmente, logra esconder su mordaz crítica cultural bajo
                         una sonrisa, de manera que su profundidad sólo se viene a revelar un tiempo después y,
                         por lo tanto, quizás de manera más persistente,
                          4.- y en especial, porque una crítica tan condenatoria a mis amigos locales (y
                         especialmente de mis enemigos) sólo puede ser tragada si no aparece como una
                         observación personal mía, sino una que se sirve en la forma de un criterio general
                         humano, supra personal.
                         Por lo tanto, la cita de Kierkegaard no debe eliminarse de modo alguno. 55



                      Para entender la insistencia de Cetto en conservar la cita de Kierkegaard –y la perti-
                  nencia de ésta–, el editor tendría que haber viajado a la Ciudad de México y experimentar
                  en carne propia la posición urbana de la Torre Latinoamericana. Encontramos otro ejemplo
                  destacable sobre la aparente inocencia de los breves textos que acompañaban a las imá-
                  genes en la crítica al edificio de oficinas de Héctor Velázquez y Ramón Torres, en la que
                  literalmente afirma que “el principio de ‘menos es más’ de Mies van der Rohe” fue tan mal
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                  interpretado que lo deformaron hasta llegar a “nada es lo mejor”.  O su comentario sobre
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                  la “simplicidad monacal” de José Villagrán,  que probablemente es una referencia irónica y
                  velada a la profunda religiosidad del consagrado maestro.
                      Pero debemos tener cuidado al desechar ingenuamente –por superficial– el catálogo fo-
                  tográfico y de planos que contiene el libro. Es poco probable que Cetto no fuera consciente
                  de la importancia y las consecuencias de la reproducción técnica de la obra arquitectónica.
                  Cuando era joven experimentó de primera mano la difusión masiva de la arquitectura de
                  vanguardia. Al trabajar en Frankfurt vio cómo los proyectos de Ernst May y su equipo –del
                  que, como sabemos, Cetto formaba parte– le dieron la vuelta al mundo a través de las publi-
                  caciones impresas, en particular a través de su revista gráfica Das Neue Frankfurt. Esta publi-
                  cación periódica –de la misma calidad que Bauhaus, De Stijl o G– contenía imágenes de ex-
                  traordinaria calidad, tomadas por algunos de los fotógrafos más importantes de la vanguardia.
                      La mayoría de las imágenes de Arquitectura moderna en México fueron tomadas por los
                  mejores fotógrafos del país, como Lola Álvarez Bravo, Hugo Brehme y Guillermo Zamora,
                  entre muchos otros. Al llegar a México Max Cetto trabajó con Luis Barragán quien, para
                  finales de los treinta, ya había publicado fotografías de su obra desde Estados Unidos hasta
                  Argentina. Barragán fue el arquitecto mexicano que mejor entendió lo que Beatriz Colo-
                  mina afirmó en 1994: que la arquitectura moderna, para ser moderna, debía habitar en el
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                  mundo de la fotografía, de los medios.  Ninguno de los miembros del jurado que le dio el
                  premio Pritzker al arquitecto tapatío pisó jamás ninguna de sus obras construidas. Pero, por
                  supuesto, sí fueron cautivados por las enigmáticas fotografías de la lente de Armando Salas
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                  Portugal, trabajadas cuidadosamente en conjunto con Barragán.  Por otro lado, la editorial
                  Hatje, siendo tan importante, jamás hubiera publicado un libro de arquitectura que no con-
                  tara con fotografías de la más alta calidad, mucho menos, tal vez, si trataba de arquitectura
                  de un país latinoamericano.



                  55 Carta de Cetto a Hatje, 20 de julio de 1959 (AMCC).
                  56 Max Cetto, Modern Architecture in Mexico, 152.
                  57 Max Cetto, Modern Architecture in Mexico, 64.
                  58 Beatriz Colomina, Privacy and Publicity (Cambridge: The MIT Press, 1994).
                  59 Keith Eggener, Luis Barragan’s Gardens of El Pedregal (Nueva York: Princeton Architectural Press, 2001).


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