Page 24 - Libro Max Cetto
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Max L. Cetto y el territorio de la arquitectura





                      Con este pasaje Cetto pretendía por un lado reforzar su argumento en contra del eclec-
                  ticismo arquitectónico y por el otro (mediante la referencia a los edificios como manifesta-
                  ción de la corporalidad humana) reforzar su idea de la complejidad en la experiencia de la
                  arquitectura. Sin embargo, tomaba distancia de la noción de verdad enarbolada por Gro-
                  pius, percibiendo en ella cierto positivismo de su amigo que relacionaba con la arquitectura
                  mexicana moderna. En efecto, Cetto comenzaba reconociendo que esta arquitectura había
                  igualmente comenzado como una “revolución contra lo inadecuado de las formas tradicio-
                                                                                               46
                  nales” dando crédito de ello principalmente a las teorías de José Villagrán García.  Basadas
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                  en una fe ciega hacia la verdad y el “valor lógico” de la arquitectura,  las teorías de Villagrán,
                  sin embargo, no podían dar cuenta solas de la complejidad del fenómeno arquitectónico:
                  para Cetto el arquitecto era ante todo una “fuerza creadora” que opera en registros no sólo
                  conscientes y racionales, sino a menudo inconscientes e irracionales. Aún así reconocía el
                  valor y la influencia de Villagrán y, contra la idea generalizada de su obra como meramente
                  funcionalista, elogiaba el equilibrio entre factores sociológicos, técnicos, funcionales y estéti-
                  cos que proponía. Pero los edificios de Villagrán no lograban hacerle justicia a su estatus ya
                                                                                            48
                  que, aunque “sólidos” eran “carentes de inspiración” (Inspiration entbehrenden).  En cambio,
                  la primera manifestación tangible de una renovación arquitectónica corrió a cargo de los ar-
                                                                              49
                  quitectos funcionalistas Juan O’Gorman y Juan Legorreta (sic)  quienes, a contracorriente
                  del gusto de la época y de la arraigada cultura del ornamento, propusieron una arquitectura
                  sin las ataduras formales y de gran creatividad. Cetto, no obstante, criticaba la falta de sen-
                  sibilidad hacia el gusto popular de estos arquitectos y señalaba su gran dependencia hacia la
                  obra de Le Corbusier. Esta dependencia, que veía también en otros, era parcial ya que sólo
                  tomaban de Le Corbusier sus ideas tecnocráticas y no las más “líricas”.  50
                      A pesar de sus críticas Cetto lamentaba el hecho de que el funcionalismo estaba ya
                  desacreditado en México, y que “hace veinte años los frentes eran más homogéneos [cuan-
                                                                                                 51
                  do] hombres como Diego Rivera eran partidarios sin reservas del funcionalismo”.  Trece
                  años atrás, en 1948, Cetto había realizado una observación similar acerca de la arquitectura
                  mexicana del momento. En efecto, en sendas cartas a sus colegas europeos Josep Lluís Sert
                  y Stamo Papadaki, afirmaba que en México “al funcionalismo se le consideraba passé, una
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                  exageración de la vieja guardia”  y lamentaba que en su lugar reinaba una arquitectura
                 “pseudo-moderna”. Otros críticos internacionales concurrían con Cetto en esta apreciación,
                  calificando a la arquitectura mexicana de los años cuarenta de “World Fair Modern” (art decó),
                 “neobarroca” o “manierista”. 53
                      “Manierismo” era precisamente el término que en 1961 Cetto utilizaba para definir
                  a gran parte de la producción arquitectónica de México, pero no ya con las connotaciones


                  46 Max L. Cetto, Modern Architecture in Mexico, 23.
                  47 Max L. Cetto, Modern Architecture in Mexico, 24-25.

                  48 Max L. Cetto, Modern Architecture in Mexico, 26.
                  49 Juan Legarreta. Obviamente el equívoco estriba en que Cetto nunca conoció a Legarreta, quien falleció cinco años
                  antes de su llegada al país, y para 1961 Ricardo Legorreta fungía como socio de Villagrán.
                  50 Max L. Cetto, Modern Architecture in Mexico, 25. Moderne Architektur in Mexiko, 25. La referencia era a Villagrán pero
                  se aplicaba a O’Gorman y Legarreta.

                  51 Max L. Cetto, Modern Architecture in Mexico, 23.
                  52 Las cartas están fechadas el 26 de enero de 1948 y resguardadas en los Max Cetto Papers (folder 11) del Getty
                  Research Institute. Sobre ellas ver Juan Manuel Heredia, “México y el CIAM: apuntes para la historia de la arquitectura
                  moderna en México”, primera parte,  Bitácora Arquitectura 26 (noviembre 2013-marzo 2014), 31,  doi:10.22201/
                  fa.14058901p.2014.26.57137.
                  53 Por ejemplo Ann Binkley Horn “Modern Mexico, Personal Observations and Appraisal of Current Architecture,”
                  Architectural Record (julio, 1947), 70-83 y (sin autor) “Mexico’s Building Boom,” Architectural Forum (Julio de 1946), 10-13.
                  Ver también Juan Manuel Heredia, “México y el CIAM: apuntes para la historia de la arquitectura moderna en México”,
                  segunda parte, Bitácora Arquitectura 27 (marzo 2014-julio 2014), 84-85, doi:10.22201/fa.14058901p.2014.27.56083.






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